Introducción
Tradicionalmente, la comunicación política ha cumplido un papel fundamental en la apertura y cierre de la problematización de los asuntos sociales. Siguiendo a Cobas (2007), esta comunicación cumple tres funciones esenciales: identificar nuevos problemas, legitimar esos problemas integrándolos al debate político y excluir temas que ya no son motivo de conflicto o disputa. Proceso que culmina con la construcción de consenso en torno a una problemática, permitiendo excluirla de la agenda y avanzar hacia otras cuestiones urgentes.
Desde esta perspectiva clásica, el consenso se convierte en el mecanismo mediante el cual los gobiernos mantienen una base de legitimidad, lo que, según Elizalde (2013), implica un esfuerzo constante por “mantener, conseguir y gestionar ciertos niveles de consenso.” Sin embargo, el contexto actual, y particularmente el Espacio Público Virtual (EPV), han transformado esta dinámica. En este entorno interactivo y altamente polarizado en donde la comunicación gubernamental adquiere nuevos matices el objetivo de generar consenso ya no ocupa un lugar central.
Sobre el EPV (Espacio Público Virtual)
A diferencia de los escenarios tradicionales, en el EPV la política1 experimenta nuevos modos de presentación, ya que el conflicto se presenta de modo permanente. En este sentido la conceptualización de dicha arena se aleja de una perspectiva habermasiana2 donde el conflicto
es morigerado a través del diálogo racional, sino que, por el contrario, el componente litigioso es lo que estructura las situaciones de habla y posibilita su expansión. Ligado a la potencia de lo público, debido a que esta nueva arena en tanto espacio abierto permite la accesibilidad, en este caso podemos pensar la diferencia con el entorno mediático.
El EPV pone en valor los sentidos de lo público, en tanto posibilita lo visible frente aquello que permanecía oculto. En él, los sujetos (o ciudadanos digitales) que participan encuentran un canal donde hacerse parte y reclamar un lugar que les era vedado, quizás de forma offline. Y por último el aspecto común, en tanto concierne a la comunidad, de allí la potencia de los públicos afectivos.
La política más allá del desacuerdo
En este espacio, donde la cultura consensual está resquebrajada y los sujetos, desde el anonimato o fuera de él, no buscan concertar, la comunicación gubernamental se orienta hacia un enfoque disruptivo. Esto se manifiesta en estrategias que, lejos de buscar acuerdos, se enfocan en generar y amplificar el conflicto por medio de la instalación de “objetos de polémica3”.
Esto lo vemos a diario en discursos o imágenes disruptivas de actores políticos, que parecen cruzar todo límite al que estamos acostumbrados. En este escenario, los actores políticos, oposición y candidatos, buscan encontrar su tono en una arena donde la disrupción, por momentos, se convierte en un fin en sí mismo que les permite captar y sostener la atención, expandiendo su mensaje. Juego que, mientras cada actor encuentra su estrategia, alimenta los niveles de polarización política afectiva.
En el marco de las características que supone el EPV, la presentación de la política, la cual definimos como la constitución de escenas comunes, donde necesariamente atendemos a la instauración de un desacuerdo, el cual estructura dicho espacio y posibilita la expansión de los objetos de la polémica, puede ser conceptualizada en términos de “posconsenso”, en tanto el conflicto es lo que subyace y estructura la interacción política, ya que, como dijimos antes, el EPV resquebraja la idea de cultura consensual y, en su lugar, se configura como un escenario de permanente conflicto.
Sin embargo, el problema no radica en que se configure como una arena posconsensual, sino en relación a un riesgo que la misma arena supone, es decir, que diversos actores, en la búsqueda por reclamar su visibilidad y participación en esta arena virtual, ya sea el despliegue de la retórica populista por parte de las derechas, estrategias de posicionamiento de candidatos políticos o en cualquier otra interacción política, configuren sus prácticas ya no en clave de la racionalidad del desacuerdo, sino en torno al posconflicto, a la anulación de todo aquello que no se ajusta a su posicionamiento ideológico afectivo, poniendo en riesgo la emergencia misma de la política.
Es decir, si la política implica necesariamente la instauración de un desacuerdo donde se desplazan los límites de aquello que era visto y oído hasta entonces, el riesgo que supone la arena virtual es el posconflicto, donde ya no estamos ante la búsqueda de visibilidad por parte de aquellos que fueron excluidos, sino que, por el contrario, estamos frente a la anulación, lo cual puede ser entendido en cierta medida como la antítesis de la política.
Conclusión
En un escenario donde los actores no buscan consensuar, sino exponer posturas y conflictos en un ambiente de constante polarización, la pregunta clave es: ¿qué sucede con la comunicación gubernamental en un entorno de posconflicto? En una arena, donde los gobiernos ya no tienen la necesidad primordial de construir acuerdos, sino de establecer una narrativa que logre captar la atención y se expanda por medio de objetos de la polémica.
Consideramos que, si bien queda mucho por responder, comenzamos a observar que la comunicación política se resignifica al adaptarse a un EPV donde el posconflicto es la nueva norma, y donde cada tema se convierte en un punto de disputa y visibilidad continua, afectando profundamente las estrategias y los límites tradicionales de la comunicación gubernamental.
Por: Orianna Bonazzola
Argentina

ORIANA BONAZZOLA
Licenciada en Ciencia Política (UNR) con formación de posgrado en Comunicación Política. Se especializa en estrategias de comunicación y análisis político en campañas electorales (Ecuador y Uruguay) y asesoramiento legislativo (Argentina). Es socia adherente de Asacop, adscripta en la cátedra de Comunicación Política (FcPolit) e integra el equipo de Politólogos Digitales Argentina, participando en su área de investigación académica.
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- La definición de política en clave de desacuerdo se ajusta a la noción propuesta por Jacques Ranciere, para quien la misma remite a “situaciones de habla donde desacuerdo no es ni desconocimiento ni malentendido, sino que son aquellos en los que la discusión sobre lo que quiere decir hablar constituye la racionalidad misma de la situación de habla” (1996). ↩︎
- La teoría habermasiana, propuesta por el filósofo Jürgen Habermas, destaca la esfera pública como un espacio de comunicación racional y deliberativa, donde el conflicto se resuelve a través del diálogo y el consenso. ↩︎
- El objeto de la polémica es definido como “una entidad contingente que sólo existe en y por el desacuerdo, y que a su vez funciona como estructurante de la EPV (…) Está formado por una diversidad de elementos – también denominados vectores del conflicto-,los cuales poseen esta misma característica de entidad litigiosa y contingente (…) tienen unos límites porosos y permeables que dan forma a una coexistencia solidaria y antagónica” (Vazquez; 2018). ↩︎